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Sudáfrica 2010

 

 

blabla El papel resiste todo. El papel resiste las toneladas de tinta que hoy andarán por todo el mundo, pletóricas de baladronadas y bravatas a raíz de la manera como el azar –un poco ayudado por la mano del hombre- acomodó el calendario para el Mundial del año próximo en Sudáfrica.
En México, por ejemplo hubo ayer y habrá en los próximos días, analistas más puestos que un calcetín para echar a vuelo las campanas. De hecho el examen más simplista de la situación obligaría  a pasar por las premisas de que, de los adversarios en puerta del “Tri”, Uruguay y Francia clasificaron por la vía del repechaje, y Sudáfrica lo hizo “por default”, por el simple hecho de ser país sede, para llegar, sin red protectora abajo, a la conclusión de que todos ellos son rivales de medio pelo; en teoría, pues, “pichones” a los que México engullirá, debidamente adobados, con relativa facilidad.
Ni siquiera el hecho de que charrúas y galos formen parte del selecto elenco de lo pocos países que han sido campeones mundiales, quitará el sueño a los “masiosares”: desde la última vez que Uruguay escribió una página de oro en estas competencias –el Maracanazo” de 1950- “ya ha llovido”, y el título que Francia conquistó, en la Copa del Mundo de que fue anfitriona, fue la excepción a una regla histórica de mediocridad (o punto menos) en estas danzas.
El antecedente de que México nunca haya conseguido una victoria ante uruguayos y franceses en copas del mundo, tampoco espanta a los valientes. “Siempre hay una primera vez”, dirán... y nadie tendrá argumentos para contradecirlos.
La maldicencia, que en el caso advertirá sobre el peligro de que Sudáfrica sea el león rasurado del grupo –especialmente por las ventajas que implica ser local, incluida la teórica proclividad del árbitro a marcar “en las claras, lo que es; en las dudosas, a favor del público”...-, tampoco amedrenta a los audaces. Su muletilla, de aquí al 11 de junio, será el consabido “¡Sí se puede, sí se puede...!”.
El papel –reiterémoslo- resiste todo...
Ya llegará el momento en que la cancha se encargue de poner a cada quién en el lugar que le corresponde. Por lo pronto, se impone entonar las viejas coplas del Sapo Cancionero “...Que la vida es triste si no la vivimos con una ilusión”.

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