Miren esta postal: Colonia Condesa. Esquina de Nuevo León y Ozuluama. Es la tarde del 17 de septiembre y el sol nos consiente con su luz de final de verano. Estoy sentado en una mesa de un restaurante de comida mexicana, al que he venido por segunda vez. La mesa está en la banqueta y por la banqueta pasa una pareja en bicicleta que, al ver el restaurante, se detiene.
Estudian la carta: contiene platos tradicionales con un aire innovador. Ella decide que se van a quedar a comer y amarran sus bicicletas a un poste.
Pasa una chica atractiva, que lleva un sombrero de paja, en otra bicicleta. Y otra más viene caminando en sentido contrario, con su vestido negro, ligero, despreocupado, y sus flores en la mano.
Un momento, pienso. ¿Dónde está esta esquina? ¿En el mismo país donde sicarios queman un casino? ¿Del mismo lado del mundo donde se tiran 34 cadáveres en una plaza pública? ¿Por qué en la ciudad de México no pasan estas cosas y por qué esta colonia es como Suiza?
Según Ernesto López Portillo, director del Instituto Para la Seguridad y Democracia, la ciudad de México sigue siendo un lugar inseguro. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización de 2011, que mide la percepción de la gente sobre los delitos a su alrededor, los chilangos sienten que aquí hay más delitos que en otras zonas del país. El 48% de los defeños se sienten inseguros en su colonia, el 33% en su delegación, y 75% en toda la ciudad.
Pero la inseguridad no es lo mismo que la violencia, anota López Portillo.
Así que estamos en las mismas ¿por qué aquí (Dios no lo quiera, y eso que soy agnóstico) no corren cabezas por las discotecas?
Eduardo Guerrero, especialista que ha escrito ensayos reveladores en la revista Nexos sobre la dispersión de la violencia en el país , piensa que una de las razones por las que el Distrito Federal no es violento es por que aquí hay tres veces más policías que en cualquier otra entidad. No importa que los policías hagan más o menos bien su trabajo sino que la corporación sólo está parcialmente infiltrada por las organizaciones de traficantes de drogas y no totalmente, como en Tamaulipas.
Otra de las razones es que, hasta donde sabemos, las organizaciones criminales no tienen en el DF sus centros de abastecimiento, que son vulnerables a los ataques de las bandas criminales contrarias.
Los menudistas acuden a las bodegas que se encuentran en el Estado de México y es allí donde se han librado batallas violentas.
López Portillo apunta una razón más: en la ciudad de México no ha habido cambios de gobierno en los últimos años. La experiencia nos dice que, allí donde hay cambios, se rompen los pactos y eso genera violencia.
“El Distrito Federal”, dijo, “podría ser un espacio de estabilidad para la violencia organizada”. Esto implica lo siguiente: no es que la ciudad esté libre de las organizaciones de traficantes, ni que la colonia Condesa sea muy bonita, y por bonita inmune, sino que los acuerdos entre traficantes y de los traficantes con las autoridades no se han alterado.
A los dos les pregunté si había un elemento de buen gobierno detrás de esta relativa paz. Guerrero piensa que éste y los gobiernos anteriores han sabido endurecer la mano para hacer cumplir la ley.
Yo pienso, además, que las autoridades han sido hábiles para crear algunos símbolos de seguridad pública como las cámaras en las calles y el alcoholímetro. Y que estos símbolos son mejores que el Ejército en cada esquina.
Recuerdo, además, que en febrero de 2007 el gobierno expropió la llamada “Fortaleza de Tepito”, un centro de distribución de drogas y piratería, en un operativo limpio.
Y recuerdo esto sucedía mientas el gobierno federal se embarcaba en la estrategia actual.
También que el jefe de Gobierno prometió convertir la “Fortaleza” en un parque, una guardería y un centro de rehabilitación de drogadictos.
Creo que hay que valdría la pena que me de una vuelta para ver si la promesa se cumplió.
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